Reseña Histórica 

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La palabra reseña puede dividirse etimológicamente en 2 fragmentos del latín: el prefijo “re”, que alude a la reiteración, y el sustantivo “signum”, o señal. Así, a través de una reseña es posible volver a recordar los hechos y procesos más notables que han formado a esta comunidad educativa, y que hoy son señales clave para no olvidar nuestra identidad, y que pueden aportar a unirnos en torno a nuestra historia.
El origen de nuestro colegio va ligado estrechamente con el proceso de formación de nuestra comuna. La historia de Traiguén, fundado a fines de 1878 en calidad de fuerte, está unida en sus orígenes a la llegada de colonos de diversos lugares, y también de un contingente no menor de europeos, principalmente de Francia,
Suiza, Alemania, Inglaterra y España, y cuyo número no era menor a 1700. Hacia mediados de la década de 1880, la comuna contaba ya con alrededor de 3000 habitantes, y era una de las más pujantes del sur de Chile, actividad impulsada principalmente por este grupo de colonos. Este antecedente es clave para entender la inquietud que les motivó en ese instante a formar una institución educativa que formara a sus hijos bajo la identidad propia de su patria europea. En el sector francés, apareció entonces la idea de crear un colegio que impartiera su propio idioma, y consolidar así aspectos de su cultura, para lo cual, los colonos tomaron contacto con la Alianza Francesa de París. Así, el 21 de agosto de 1891 con la aprobación del gobierno de Francia, se materializa la fundación del colegio “Escuela de la Alianza Francesa de Traiguén”, siendo el primer colegio de la Alianza Francesa en Sudamérica.
La primera necesidad fue la búsqueda de un lugar físico, lo que no se conseguiría de forma definitiva sino hasta 1909. Allí, se compra el actual edificio en calle Basilio Urrutia. Por su parte, dos años más tarde, en 1913, el Ministerio de Justicia le concede la Personalidad Jurídica a la Corporación Alliance Francaise de Traiguén, que se encargaría de darle impulso y continuidad a la tarea de educar. Según el acta protocolizada en la Notaría de Traiguén en ese año, la reunión que constituyó dicha sociedad se efectuó en casa de Juan Landry, miembro del primer directorio de la Corporación.
La misión era propagar el idioma francés y sostener una escuela con dicho objetivo. Se definió el nombre y se eligió un primer directorio, cuyo presidente fue don Enrique Laconte, vicepresidente Francoise Blanc, secretario Armando Lalanne, tesorero Juan Landry, y Juan Bonnefon como presidente honorario, todos ellos, nombres que es necesario volver a recordar.
Así, el propósito inicial había sido concretado: luego del esfuerzo que significó impulsar esta tarea, ya teníamos legalizada una sociedad y una escuela para la propagación de la lengua gala en esta zona. Cabe señalar que hasta 1909, el colegio funcionó en diversas casas arrendadas, sin un inmueble propio.
Una vez obtenido el inmueble, era necesario y urgente remodelarlo, pues el original no poseía las
condiciones ni comodidades para enseñar. Además, los gastos iniciales en refacciones y adaptaciones resultaban muy elevados y constantes. Fue así como se pensó en un proyecto ambicioso que resultaba en un verdadero desafío, acorde también al progreso que demostraba Traiguén y su creciente número de habitantes.
Para construir un edificio completamente restaurado, se necesitó de la cooperación de varios colaboradores, que con gran generosidad y muchas veces de forma gratuita, entregaron su trabajo para crear lo que hoy vemos. Es el caso de César Coppetta, arquitecto encargado de realizar los planos de un nuevo edificio, trabajo que realizó gratuitamente, y que comenzó a construirse en 1936, con el apoyo económico de la embajada de Francia y de muchas otras personas, como Ricardo Levy, quien fuera el primero en impulsar el gran proyecto de demolición y reconstrucción para este colegio, y responsable de aglutinar las voluntades y esfuerzos en torno a este objetivo.
En 1943 se produciría una nueva ampliación, que nueve años más tarde quedaría formalizada en el registro de propiedades, siendo el edificio resultante la base de lo que actualmente es nuestro colegio.
En retrospectiva, los proyectos realizados hasta entonces no fueron sencillos. Sin embargo, la década de 1970 -plena época de Guerra Fría- trajo también otras consecuencias y reestructuraciones a nivel local. Hacia el inicio de la década de 1980 se presenta una seria disyuntiva entre los consejeros de la Corporación: deben decidir si el colegio seguía como escuela particular subvencionada por el Gobierno francés y pagada proporcionalmente por los alumnos, o, por la escasez de estudiantes, debería convertirse en una escuela cooperadora de la función educacional del Estado chileno. Se optó por lo último, pero ello significó perder la subvención francesa. Con la subvención estatal no pudo financiarse adecuadamente, y sobrevino una crisis que tocó fondo a fines de 1982, época de crisis también nacional. Se produjo entonces el cierre de puertas del establecimiento y el despido de los profesionales del cuerpo docente, con fecha 27 de febrero de 1983.
Pero aquí es donde la labor de los distintos estamentos que componen la comunidad educativa juegan una labor clave: los padres y apoderados esta vez, junto a los profesores, iniciaron un movimiento con el objetivo de financiar gastos pendientes –tal como los sueldos al personal- y finalizar el año académico de 1982. Así, un comité se puso al frente de los trámites para rehabilitar el colegio, gestión que fue apoyada por la Alianza Francesa, quienes organizaron y consiguieron los recursos necesarios para saldar deudas y salir adelante.
Este es el más claro ejemplo del trabajo conjunto de padres, apoderados, profesores, directivos y funcionarios de la Corporación, que se esforzaron por mantener esta herencia viva. Y lo hicieron de forma exitosa, para así continuar la senda iniciada en 1891. La nueva directora para la etapa 1983-1989 fue la Madame Dagmar Baerent.
De esta forma, el legado de la educación francesa se mantuvo como una realidad hasta aquel año: se enseñaba de preferencia el idioma francés y se trabajaba con un plan de estudios aprobado por los gobiernos chileno y galo. Es decir, las clases eran en francés, y el alumno egresaba, prácticamente hablando el idioma. Desde esa fecha, y luego de la situación anterior, debió alterarse la histórica tradición. Las clases comenzaron a impartirse en castellano, aunque con un plan de estudios aprobado por el Ministerio de Educación chileno, que contemplaba 5 y 7 horas de francés, según el curso, y así también, el establecimiento pasó a recibir la subvención fiscal por alumno.
El colegio, a través de sus 124 años de existencia al año 2015, destaca no sólo en cuanto a la labor educativa realizada en sus aulas, sino también en la comunidad traiguenina, pues su prestigio se resumen en las palabras del célebre educador Armando Dufey Blanc: “La Alianza Francesa es sinónimo de Traiguén.”Actualmente, el colegio cuenta con una matrícula de 116 estudiantes en educación parvularia, 500 estudiantes en enseñanza básica, y 215 en enseñanza media, teniendo un total de 831 estudiantes que llevan el sello de la educación centenaria por toda la región.
Es necesario recordar y destacar de forma permanente los nombres de todas aquellas personas, junto con sus circunstancias particulares, que permitieron entregarnos un legado que hoy, luego de 124 años, aún permanece incólume. En esta reseña exaltamos a toda esa enorme cantidad de personas que han aportado con su energía, tiempo y recursos a este proyecto, del cual hoy todos somos parte. Y si bien, actualmente la herencia francesa de los primeros colonos es sostenida por familias criollas en su mayoría, es doblemente destacable y positivo el hecho de que la comunidad chilena de hoy siga manteniendo con entusiasmo el fruto de aquella obra, y que la valore y la continúe como la suya propia. Invitamos al lector y a toda la comunidad educativa a continuar con esta gran tradición, ya más que centenaria, que se llama Alianza Francesa Colegio Louis Pasteur.
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